
El Mono, cantante de Kapanga, supo decir una vez que son la tercera opción de contratación para fiestas privadas, compartiendo el podio con Los Auténticos Decadentes y La Mosca. Lo que significa que son una banda fiestera, que le pone alegría a un quince o casamiento.
Sin embargo, si se bucea en su discografía y no se limita a los éxitos radiales, los Kapanga saben rockear de lo lindo (escuchen «Roban y nadie grita» o «Remolino» y después me cuentan) y sacar a relucir melodías que erizan la piel (como «Postal», «Elle» y «Crece»).
En su recital de la Noche de la Juventud optaron por su plano fiestero, incluyendo casi todos sus hits y tocando fragmentos de temas ajenos -más que a modo de homenaje, para reírse un poco-.
El Mono es claramente el alma de esta banda, moviéndose por todo el escenario, haciendo caras y gestos, bailando, contando chistes, arengando constantemente al público. Le hace la segunda Maikel (guitarrista), quien también aporta bastante entretenimiento. Mientras que Memo (bajista) se desgracia con algún que otro pasito simpático y Claudio Mafia (baterista) toca concentrado. Príncipe (tecladista) ni fu ni fa; es tal vez el más músico de Kapanga, pero cero expresión.
La lista de tema se conformó con varios temas de su primer y tercer discos, y muy pocos de otros. Hubo discos que ni se tocaron. Del último disco creo que solo incluyeron dos («Motormúsica» y «Mis amigos» -como se llama la gira actual-).
El espectáculo duró lo que duran los de un festival: un poco más de una hora. Sin embargo el público se fue conforme con la energía y alegría desplegada por los de Quilmes.
Me hubiera gustado escuchar canciones más rockeras. Pero que la pasé bien, ninguna duda.